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Foto del escritorElisabet Soler Felsner

El lóbulo occipital

Como se mencionó anteriormente, el cerebro se puede dividir en 4 grandes lóbulos. En esta ocasión nos centraremos en explicar el lóbulo occipital, el lóbulo encargado principalmente de la coordinación, regulación y procesamiento visual.

Anatomía del lóbulo occipital

El lóbulo occipital es el de menor tamaño respecto al resto de lóbulos. Anatómicamente el lóbulo occipital se puede localizar en la parte posterior del cerebro, justo donde termina el lóbulo parietal y temporal en su parte posterior y encima del cerebelo. La separación con el lóbulo parietal es conocida como la fisura parieto-occipital.

El lóbulo occipital se divide en tres áreas, siguiendo la división creada por Broadmann (con un total de 47 áreas cerebrales).

  • Área 17: corresponde a la cara interna del lóbulo occipital, rodeando la cisura calcarina, y la parte externa en su zona posterior. En esta área encontramos el córtex visual primario, donde se trasmite información percibida por los receptores visuales de la retina.

  • Área 18: conocida también como la región estriada del lóbulo occipital. Es un área visual secundaria que se relaciona con la elaboración y síntesis de información visual.

  • Área 19: se localiza inmediatamente detrás y por encima de los lóbulos temporal y parietal. Conjuntamente con el área 18 forma el área de asociación visual y es la zona en que se produce la integración multimodal de la información visual conjuntamente con la información de los sistemas sensoriales y auditivos. También participa con el lóbulo temporal en la memoria visual.

Funciones del lóbulo occipital

Como se ha mencionado, el lóbulo occipital participa en la coordinación, regulación y procesamiento de información de carácter visual. Las áreas visuales primarias serían las encargadas de recibir e identificar la información sensorial respecto del color, brillo y movimiento de aquello que percibimos visualmente, mientras que las áreas visuales secundarias integran la información visual, conjuntamente con las áreas temporales y parietales, dando significado a lo que percibimos visualmente. Además, en el área 19 también se produce el control del movimiento ocular, que permite fijar la vista en estímulos concretos o hacer búsqueda de estos en el entorno.


Con el lóbulo parietal se produce una comunicación mediante el flujo dorsal (fibras nerviosas), que permite realizar localizaciones espaciales de los objetos percibidos. Por otro lado, con el lóbulo temporal la comunicación mediante el flujo ventral, que permite denominar (poner etiquetas) a los estímulos visuales percibidos.


Lesiones en el lóbulo occipital

Lesiones en el lóbulo occipital provocan dificultades en la capacidad visual.

  • Agnosias visuales: lesiones en las áreas 18 y 19 producen las denominadas agnosias visuales, caracterizadas por una incapacidad en la percepción de estímulos observados visualmente. Estas agnosias suelen estar provocadas por accidentes vasculares, tumores o traumatismos craneoencefálicos. Existen diferentes tipos de agnosias visuales, en función del déficit o dificultad en que se centren:

o Agnosia visual para los objetos: esta agnosia provoca dificultades para reconocer estímulos previamente conocidos y aprendidos. Puede dividirse en agnosia aperceptiva y agnosia asociativa.

En el caso de la agnosia aperceptiva la persona que la padece es capaz de percibir las propiedades visuales del objeto (forma, tamaño, colores, etc.), pero no es capaz de reconocerlo, dibujarlo o clasificarlo. Se produce por una lesión bilateral de las áreas 18 y 19.


La agnosia asociativa se refiere a una incapacidad para denominar semánticamente el objeto que se percibe visual de forma verbal, si bien la capacidad para copiar, clasificar o dibujar el objeto se encuentran preservadas. Se produce al lesionarse el hemisferio occipital del hemisferio dominante del lenguaje, provocando una desconexión entre la capacidad visual y su conexión con las áreas lingüísticas.

o Prosopagnosia: Este tipo de agnosia visual se centra en la dificultad para el reconocimiento de caras. De este modo, la persona que sufre este tipo de agnosia es incapaz de relacionar una cara con la persona, incluyendo la identificación de la propia cara. Es posible que en casos controlados o en espacios o contextos familiares se puedan relacionar la cara con la identidad de la persona, en base al uso de pistas (identificar un reloj habitual, pendientes, tatuajes, etc.), pero no así en contextos no controlados o inesperados. Las personas con prosopagnosia pueden ser capaces de diferenciar el género de la persona y saber si se trata de un niño o de un adulto, así como las expresiones emocionales.


La prosopagnosia también puede dividirse en aperceptiva (no se identifican los rasgos principales de la cara ni se pueden clasificar u juntas caras iguales) o asociativa (se pueden identificar y describir los elementos que conforman la cara y clasificar y aparejar caras iguales, pero no identificar la cara).


La prosopagnosia viene provocada por una lesión occipito-temporal o, en algunos casos, debido a lesiones cerebrales durante el desarrollo (prosopagnosia congénita o del desarrollo).


o Agnosia para los colores: También conocida como acromatopsia. Es la incapacidad para percibir colores que provoca que el paciente únicamente sea capaz de percibir el mundo en escala de grises, perdiendo la capacidad de percibir el resto de colores. Asimismo, al no poder percibir los colores, también se produce una incapacidad para denominarlos, clasificarlos o imaginarlos. En algunos casos en que entra en juego la memoria verbal, la persona si es capaz de recordar el color comúnmente asociado a un objeto.

Existe un tipo de agnosia visual para los colores conocía como agnosia cromática asociativa donde la persona es capaz de clasificar o escoger parejas de colores, pero no de denominarlos.

  • Alteraciones visuoespaciales y alteraciones visuoconstructutivas: La habilidad visuoespacial hace referencia a la capacidad para representar, analizar y manipular objetos en diferentes planos, ya sea en dos o tres dimensiones, y nos permite conocer nuestra posición en el espacio respecto de otros objetos del entorno. Por otro lado, la capacidad visuoconstructiva re refiere a la capacidad de realizar construcciones o dibujos bidimensionales o tridimensionales (relación entre la capacidad visual y motora).

o Heminegligencia espacial: Dificultad para integrar la información de un espacio visual. Es decir, uno de los dos lados del campo visual (derecho o izquierdo) no envía la información correctamente, por lo que no es percibido y es ignorado por la persona.

o Orientación de líneas: dificultad para ubicar y comparar ángulos y líneas en un espacio.

o Rotación espacial: dificultad para la ubicación y rotación de objetos y su correcta percepción.

o Desorientación topográfica: dificultad para orientarse en lugares previamente conocidos, debido a la desconexión entre la capacidad de conocer nuestra relación espacial respecto al entorno que observamos.

o Síndrome de Balint: alteración causada por lesiones bilaterales de la corteza parietal o parieto-occipital. Sus síntomas característicos son una alteración para dirigir la mirada a los objetos del espacio (apraxia ocular), si bien la capacidad de movilidad ocular está preservada. De este modo, la persona es capaz de fijar la vista en un objeto, pero una vez sale de su campo visual le resulta difícil volver a localizarlo.


También presentan dificultades para la coordinación visuomanual (ataxia óptica), que provoca dificultad para dirigir las manos correctamente a un objeto observado de forma visual. La capacidad de percepción espacial respecto al entorno está preservada, así como la capacidad de localizar estímulos no visuales.


Asimismo, muestra dificultades para observar más de un estímulo visual al mismo tiempo (simultanagnosia), con déficits para cambiar el foco de atención de un estímulo visual a otro.


Además de estos síntomas relacionados con la capacidad visual, el síndrome de Balint puede presentar otros síntomas como dificultades para percibir la profundidad, heminegligencia espacial o déficits en percepción del movimiento.

  • Alucinaciones visuales: una grave afectación de la zona occipito-temporal es la causante de alucinaciones visuales graves (alucinaciones con forma completa, animales, personas, etc.), mientras que la afectación en el área 17 provoca alucinaciones simples (destellos, figuras geométricas, puntos, etc.)

La presencia de alucinaciones visuales también se puede vincular con la epilepsia del lóbulo occipital y desencadenarse al producirse un ataque epiléptico. En este caso, las alucinaciones visuales suelen centrarse en la distorsión en el tamaño de los objetos, macropsia en caso de percibirse como más grandes y micropsia en caso de percibirse más pequeños.

  • Escotoma: es la pérdida total de una parte de la visión. Es decir, una zona de la vista es completamente nula. Se sucede tras la lesión de la corteza visual primaria por accidentes vasculares agudos, en la mayoría de los casos. En algunos casos la persona que lo sufre es consciente de esta falta de visión, pero en otros se produce un efecto neuropsicológico conocido como anosognosia, que es la capacidad de ser consciente de los déficits. En este caso, la persona no es capaz de tener conciencia de las dificultades visuales que presenta y considera que no presenta ningún déficit en su visión. La recuperación de la capacidad visual es posible con rehabilitación y entrenamiento visual.

  • Ceguera cortical: lesiones en la corteza visual primario o su conexión hacia el tálamo, producen una ceguera completa. La ceguera cortical también puede venir provocada debido a lesiones de la arteria cerebral posterior, causadas por infartos cerebrales, hemorragias cerebrales o tumores. La lesión de las áreas visuales en ambos lóbulos occipitales (hemisferio derecho e izquierdo) provocan esta ceguera total, si bien es posible que la persona sea capaz de percibir tenuemente luz, movimiento y tener preservados los reflejos motores, ya que la afectación está en el cerebro, no en los ojos o sus nervios.

Es común que los pacientes que sufren ceguera cortical presenten anosognosia y vaya acompañado de otros trastornos como la amnesia, confusión, desorientación espacial y acalculia. Esta incapacidad de reconocer el déficit visual suele ser debido a que si bien son incapaces de ver, las personas con ceguera cortical pueden experimentar alucinaciones visuales y una severa amnesia anterógrada, que les impediría almacenar nueva información (como el hecho de que sufren ceguera).


La función visual puede recuperarse parcialmente en algunos casos, pero la recuperación total de la capacidad visual no suele ser posible.


Referencias bibliograficas


González Rodríguez, B., Jodar Vicente, M., Muñoz Marrón, E., Redolar Ripoll, D. y Turon Viñas, M. (2019). Neuropsicología de la percepción. Editoral UOC.


Portellano, J. A. (2005). Introducción a la neuropsicología (pp. 87-89). McGraw Hill.

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