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Prevención en la enfermedad de Alzheimer y otras demencias


La enfermedad de Alzheimer es la demencia más frecuente en personas mayores de 65 años. Tal como se destaca en el post detallado de la enfermedad, se han identificado algunos factores que influyen aumentando o disminuyendo el riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. Algunos de los factores implicados en esta enfermedad tienen que ver con aspectos genéticos, del estilo de vida, y del ambiente en el que se encuentran las personas.


Aunque algunos de estos factores no se pueden modificar, como la edad o nuestra genética, hay algunos factores que pueden ser modificados con ciertas acciones y con nuestro estilo de vida. Entonces, ¿se puede prevenir la demencia?


Factores de riesgo y protección

Para poder hablar de prevención antes debemos parar y hablar de factores de riesgo y de protección.


Un factor de riesgo puede ser una situación, una característica de la persona que incrementa la probabilidad de padecer o de desarrollar una enfermedad. Un factor de protección sería la condición contraria; disminuye la probabilidad de padecer o de desarrollar una enfermedad.

Algo que conviene destacar es que un factor de riesgo no implica directamente que se vaya a padecer una enfermedad, sino que aumenta las probabilidades. Un factor de riesgo no es decisivo ni determinante. Igual sucede con los factores de protección, disminuye el riesgo, no lo elimina.

Hoy en día se pueden dividir los factores de riesgo de padecer demencia en modificables y no modificables.


Los factores de riesgo no modificables comprenden básicamente la edad y los factores genéticos. Según la National Institute of Aging-Alzheimer´s Association (NIA-AA), tener alguna forma del gen de la apolipoproteína E (APOE) aumenta el riesgo de padecer demencia, aunque tener alguna forma de este gen no significa que la persona acabe desarrollando la enfermedad de Alzheimer.


Respecto a los factores de riesgo modificables, la Comisión Lancet sobre Prevención, Intervención y Atención de la Demencia (2020) presentó 12 factores. La evidencia científica ha respaldado estos doce factores de riesgo potencialmente modificables para la demencia que son: menor educación, hipertensión, discapacidad auditiva, tabaquismo, obesidad, depresión, inactividad física, diabetes, escaso contacto social, consumo excesivo de alcohol, lesión cerebral traumática y la contaminación del aire.


Aunque hay toda una serie de factores que no vamos a poder modificar, como nuestros genes, hay algunos factores que sí pueden ser modificados, incluso antes de que se desarrolle la enfermedad. Por tanto, si actuamos sobre los factores que sí son modificables podremos disminuir el riesgo.


Prevención de la demencia


Al hablar de prevención, debemos diferenciar tres tipos:

- Prevención primaria: se refiere a las medidas tomadas para prevenir la aparición de la enfermedad en personas sanas.

- Prevención secundaria: se refiere a las medidas que se realizan para detener o ralentizar el progreso de la enfermedad una vez que ésta se ha iniciado.

- Prevención terciaria: incluye los procedimientos de tratamiento y rehabilitación de las enfermedades que ya muestran sintomatología clínica.




Tomando como referencia el informe Lancet sobre Prevención, Intervención y Atención de la Demencia (2020) actuar sobre los factores de riesgo modificables puede prevenir o retrasar la aparición de hasta el 40% de las demencias que se diagnostican en el mundo.

Como medidas de prevención primaria y secundaria el informe propone una serie de recomendaciones:


A nivel poblacional:

  • Priorizar la educación para todos, en todo el mundo.

  • Implementar políticas sociales de salud pública que reduzcan el riesgo de hipertensión en toda la población.

  • Desarrollar políticas que fomenten la actividad social, cognitiva y física a lo largo del curso de la vida para todos.

  • Examinar los riesgos de pérdida auditiva a lo largo de la vida, para reducir el riesgo de exposición a este factor de riesgo.

  • Reducir el riesgo de traumatismo cerebral grave en entornos relevantes, incluidos los laborales y de transporte.

  • Políticas nacionales e internacionales para reducir la exposición de la población a la contaminación atmosférica.

  • Políticas nacionales e internacionales para reducir la exposición al tabaquismo, tanto para niños como para adultos, y alentar el abandono del hábito de fumar.

Dirigido a individuos

  • Tratar la hipertensión.

  • Usar audífonos para la pérdida auditiva.

  • Evitar el consumo excesivo de alcohol por semana.

  • Prevenir el traumatismo craneoencefálico .

  • Dejar de fumar es beneficioso independientemente de la edad.

  • Reducir la obesidad y la condición relacionada de la diabetes mediante la disponibilidad de alimentos saludables y un entorno para aumentar el movimiento.

  • Mantener la actividad física.


El 40% de las demencias se podrían prevenir actuando sobre los factores de estilo de vida, pero el 60% va a depender de otros factores que no son modificables. Incluso cuando la enfermedad ya se ha desarrollado y muestra síntomas clínicos es posible la prevención mediante acciones que impliquen la mejora de la calidad de vida.


Entre estas acciones se encuentran opciones terapéuticas, tanto farmacológicas como no farmacológicas. El tratamiento farmacológico tiene el objetivo de aliviar los síntomas cognitivos, conductuales y psicológicos de la demencia. Es fundamental que se combinen con intervenciones no farmacológicas que favorezcan la estabilidad mental. La estimulación cognitiva es una técnica complementaria, donde se trabajan las funciones perdidas a la vez que intentan conservar las que aún se mantienen.


En resumen…


Como hemos visto, es posible actuar antes que se desarrolle la demencia con un estilo de vida que disminuya el riesgo de demencia. Especialmente aquellas personas con antecedentes de Alzheimer u otras demencias en la familia, o que hayan detectado algunos cambios en el cerebro o en pruebas genéticas que implique un riesgo incrementado para la demencia, pueden iniciar hoy mismo un cambio en sus vidas, llevando a cabo una serie de acciones que retrasen o disminuyan el riesgo de aparición de la enfermedad.


Incluso se puede retrasar el curso de la enfermedad una vez ha dado síntomas clínicos, con distintas opciones farmacológicas y no farmacológicas que mantengan la calidad de vida de la persona y de sus familiares.

“Nunca es demasiado temprano ni demasiado tarde en el curso de la vida para prevenir la demencia” (Lancet Comission)


Bibliografía



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